COVID-19: ¿Cuál será nuestro legado?

Veronica Vera
11 min readMay 16, 2020

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“Muchos de los trabajadores esenciales durante esta crisis realizan trabajos que no requieren títulos universitarios: son camioneros, trabajadores de almacenes, trabajadores de reparto, policías, bomberos, trabajadores de mantenimiento de servicios públicos, trabajadores de saneamiento, cajeros de supermercados, empleados de almacén, auxiliares de enfermería, auxiliares de hospitales y proveedores de atención domiciliaria. Carecen del lujo de trabajar desde la seguridad de sus hogares y celebrar reuniones por Zoom. Ellos, junto con los médicos y enfermeras que atienden a los afectados en hospitales superpoblados, son los que ponen en riesgo su salud para que el resto de nosotros podamos buscar refugio contra el contagio. Más allá de agradecerles por su servicio, debemos reconfigurar nuestra economía y sociedad para otorgarles a dichos trabajadores la compensación y el reconocimiento que refleja el verdadero valor de sus contribuciones, no solo en una emergencia, sino en el día a día”

A mediados de abril, leí un artículo escrito por el profesor Michael Sandel, llamado: “Are We All in This Together? (¿estamos todos juntos en esto?), y que forma parte de una serie del New York Times llamada “The America we need” donde diferentes autores dejan sus reflexiones sobre cómo consideran que se puede salir de la presente crisis siendo una sociedad más justa y resiliente. Si bien, todos los análisis son sobre EEUU, creo que hay muchos puntos extrapolables a los demás países del mundo, al menos eso observé en esta nota en cuestión.

Del profesor Sandel ya hablamos en otra oportunidad (en este post: ¿Por qué necesitamos filosofía en nuestra vida diaria?), es uno de los filósofos políticos que más respeto y sigo porque no sólo te hace pensar desde nuevas perspectivas, sino que te inspira, luego de leerlo o escucharlo (sus clases, de 30 minutos, disponibles online, son piezas cautivantes) te quedas con esa sensación y urgencia de: “necesito actuar, necesito hacer algo”.

Esta nota del Times, me pareció que a nadie puede dejar indiferente, ante sus preguntas (una de las cuales tomé para nombrar este post) quizás al principio nos podemos quedar en silencio o sin respuestas, pero a continuación sentimos que nos sembró esa necesidad de salir a buscar o crear respuestas. Desde su publicación (13 de abril) leí varias veces este artículo y lo tengo continuamente presente, porque si bien Sandel hace un llamado a la sociedad, es decir a un nivel más general, a iniciar un debate democrático de todos los ciudadanos, yo creo que, a un nivel más inmediato y cercano, un debate muy similar se debe dar al interior de cada organización.

Quizás lo veo así, porque considero que el planteo de Sandel es una denuncia y un llamado a resistir la falta de “fair-play”, esto es: no es justo que haya diferencia de trato o que haya exceso de privilegios y beneficios para una minoría, en detrimento de la mayoría, y sin duda en el interior de muchas organizaciones también hay una carencia de “fair-play”.

La nota completa es valiosa que la lean (le hice una traducción y desde este link pueden acceder a ella), pero acá enfatizo 3 puntos:

PRIMERO, el planteo clave que guía todo el ensayo.

“La pandemia ha revuelto, de forma muy oportuna, el cómo valoramos los roles económicos y sociales de todos.

La movilización para enfrentar la pandemia y, eventualmente, para reconstruir la economía destrozada, requiere no solo experiencia médica y económica, sino también una renovación moral y política. Necesitamos hacer una pregunta básica que hemos evadido en estas últimas décadas: ¿qué nos debemos los uno a los otros como ciudadanos?”

Esa pregunta es muy profunda, porque para llegar a la situación en la que hoy nos encontramos significa que “algo” no está bien, algo está desbalanceado, algo nos estamos debiendo, ¿nos estamos debiendo un reconocimiento mejor?, ¿no estamos debiendo más oportunidades?, ¿nos estamos debiendo cuidados? Si tenemos que elegir que vivan los jóvenes y mueran los mayores: ¡algo está mal! Si todos los trabajadores enunciados arriba tienen una carga excesiva de trabajo: ¡algo está mal! Hace un par de días, tuve que ir 4 días seguidos a una de las farmacias que tenemos cerca de casa, fui en diferentes horarios, desde muy temprano, 7 am hasta muy tarde 10 pm, y vi a las mismas personas atendiendo…y pensaba: ¿en qué momento regresan a sus casas (que seguro viven lejos)? Si tienen hijos, que ahora están en la casa ¿quién los cuida? ¿qué tiempo comparten con ellos? Y también pensaba que seguramente ese ritmo de trabajo lo traen desde antes de la pandemia.

Y esto me lleva a las compañías: tenemos personas que pasan 12 horas en la oficina o 14 horas, y cuanto más tiempo pasan ahí más presión reciben y más trabajo les piden y con más ansiedad viven porque sienten que todo el tiempo están siendo “evaluadas” ¿acaso algo no está mal? Porque al observar a las personas yo lo que percibo es que están/ se ven/ se sienten:

  1. Frustrada
  2. Esclavizada
  3. Estresada
  4. Apática
  5. Dividida
  6. Perdida
  7. Agotada
  8. Automatizada
  9. No se compromete (es un “sálvese quien pueda”)
  10. Con miedos
  11. Enferma (Las principales causas de muerte a nivel mundial tienen un componente ambiental y conductual clave: enfermedades cardiovasculares, cáncer y diabetes)

Todo esto NO está bien, y retomamos la pregunta de Sandel: si esto no está bien, ¿Qué nos estamos debiendo? ¿y qué podemos hacer al respecto? ¿Qué experiencias se está teniendo en este tiempo que es positiva de continuar? Quienes tienen la posibilidad de trabajar de forma remota, y siguen haciendo bien su trabajo ¿acaso no pueden continuar trabajando al menos part-time de forma remota? Cuando termine la cuarentena ¿deben volver a pasar de 9 am a 6 pm en la oficina con todas las horas que les toma ir y volver del trabajo a sus casas? ¡Porque es este ritmo el que cansa y estresa a la gente!

SEGUNDO, habla de la “tiranía de la meritocracia”, este es un concepto que viene trabajando Sandel y que es el tópico del que será su próximo libro, y que ya lo deja vislumbrar con el párrafo que introduce este post, donde pide una revisión más amplia de cómo se enfrenta la desigualdad, porque lo que está sucediendo es que una mayoría de la población que no tiene título universitario, no están recibiendo ni el respeto ni la recompensa por parte de la sociedad que sea acorde a las contribuciones sociales y económicas de su trabajo, en especial en tiempos de crisis, es decir: no hay un fair-play y el “gap social” se agranda día a día.

También hay un problema más profundo: incluso una meritocracia perfecta, en la que las oportunidades de avance fueran realmente iguales, corroería la solidaridad. Centrarse en ayudar al talentoso ascender por la escalera del éxito puede evitar que nos demos cuenta de que los peldaños de la escalera están cada vez más separados.

Las meritocracias también producen actitudes moralmente poco atractivas entre quienes llegan a la cima. Cuanto más creemos que nuestro éxito es nuestro propio hacer, menos probable es que nos sintamos en deuda y, por lo tanto, obligados a nuestros conciudadanos. El implacable énfasis en el ascenso y el esfuerzo alienta a los ganadores a inhalar demasiado profundamente su éxito y a menospreciar a quienes carecen de credenciales meritocráticas.

Estas actitudes acompañaron la globalización impulsada por el mercado de los últimos 40 años. Aquellos que cosecharon la generosidad del outsourcing, los acuerdos de libre comercio, las nuevas tecnologías y la desregulación de las finanzas llegaron a creer que lo habían hecho por esfuerzo y mérito propio, que sus ganancias eran por lo tanto bien merecidas”

¿cómo podemos asegurarnos de que los estadounidenses que no habitan en las filas privilegiadas de las clases profesionales encuentren un trabajo digno que les permita mantener a una familia, contribuir a su comunidad y ganar respeto social?

Esta pregunta es el mayor desafío de nuestros tiempos, es dificilísimo, pero justamente por eso necesitamos comenzar a pensarlo y tratarlo. Yo tengo una variante a esta pregunta, y en realidad es la conclusión a la que llegué reflexionando sobre mi propósito de trabajo y me hice el siguiente planteo o sueño: Imaginemos un mundo donde las personas,

i. Trabajen en (a) lo que le gusta y/o (b) lo que tenga talento, (y que sea “digno” agregaría Sandel)

ii. Le paguen lo suficiente para tener una vida decente y sin estrés (ya sea por hacer “a”, o “b” o ambos) (es la “contribución” justa de la que habla Sandel)

iii. Que su trabajo tenga un impacto social positivo: contribuya al bien común

iv. Y (este punto lo agregué luego de leer a Sandel) “que sean respetados por la contribución de su trabajo”

Nadie se esta haciendo cargo de repensar estos puntos, ni la sociedad ni las compañías y por eso tenemos a la gente con todas las sensaciones que enumeré más arriba. Puede sonar “romántico” el planteo… pero es de pura lógica racional y de justicia.

Racional, porque si tengo gente que hace trabajo que no les gusta (seguramente se debe a que es algo “repetitivo” y por ende aburrido) y que no tiene talento (es decir que no desafía su creatividad) es algo que una máquina lo podría hacer mejor y a menor costos….esto no quiere decir que dejaré a la gente sin trabajo, por el contrario, esto plantea un desafío a los líderes: invertir en la tecnología correcta que me facilitará trabajar en sinergia con la creatividad de la gente. En estos días salió una nota muy interesante al respecto y que explica con más detalle esto de invertir en tecnología que fomente lo mejor de las personas: “Expect More Jobs And More Automation In The Post-COVID-19 Economy

Justicia, el crecimiento no esta repartido de forma equitativa, y de esto ya hablamos un poco cuando comentábamos en este post que es necesario pensar en el desarrollo y progreso de la gente y no solo en crecimiento infinito. Justamente en esa nota que referencié en el párrafo previo, encontré este dato:

“La lección más importante del pasado es que los avances técnicos más recientes no han resultado en una prosperidad compartida. El MIT informa que la tecnología ha llevado a una mayor productividad en los últimos 40 años, pero no se ha traducido en una prosperidad compartida para los trabajadores. De 1973 a 2016, la productividad laboral aumentó en un 75%, pero la compensación de los trabajadores solo aumentó en un 12%

TERCERO, grandes crisis como la del presente, dejan un impacto social y económico desestabilizante, de eso ya nadie puede dudar, ya sea mayor o menor el impacto: duele y va a doler. Y justamente porque es un presente doloroso es que Sandel pide que se debatan 2 preguntas claves: ¿qué es lo que constituye una contribución al bien común? y ¿Cómo se recompensan esas contribuciones?

“La renovación moral y cívica que necesitamos requiere que resistamos el debate doloroso, pero mal concebido que ahora emerge sobre cuántas vidas deberíamos arriesgar en aras de reiniciar la economía. Este debate supone que la economía es como una tienda de la calle principal que enciende las luces después de un largo fin de semana y reabre sus negocios, como antes.

La verdadera pregunta no es cuándo sino qué: ¿qué tipo de economía surgirá de la crisis? ¿Será una que continúe creando desigualdades que envenenen nuestra política y socaven cualquier sentido de comunidad nacional? ¿O será una que honre la dignidad del trabajo, premie las contribuciones a la economía real, brinde a los trabajadores una voz significativa y comparta los riesgos en tiempos difíciles y de enfermedad?

Tenemos que preguntarnos si reabrir la economía significa volver a un sistema que, en las últimas cuatro décadas, nos separó, o si podemos emerger de esta crisis con una economía que nos permita decir y creer que estamos todos juntos en esto”

Comenzar a pensar esas preguntas y debatirlas públicamente, sentarán unas bases sólidas, según Sandel, para iniciar la “reconfiguración” de la sociedad y lo que es más importante: nos dará la oportunidad de dejar un legado significativo, porque ahí encontramos otra pregunta clave de su ensayo: ¿cuál será nuestro legado?

Y si llevamos este debate al interior de las compañías, ¿Qué es necesario considerar en su reconfiguración o rediseño? Por lo que puedo observar, hay alrededor de 5 grandes desafíos que las compañías necesitan conversar:

1. Dar oportunidades a los jóvenes.

(A nivel mundial) “Cada mes, 10 millones de jóvenes alcanzan la edad laboral. Algunos continuarán su educación, pero muchos ingresarán a la fuerza laboral. Y nuestro mundo no está creando 10 millones de nuevos empleos cada mes” (Fuente: (Henrietta Fore, directora ejecutiva de UNICEF)

2. Dar más oportunidades a las mujeres

(En México) “Del total de mujeres en edad de trabajar (con más de 15 años), 27.4 millones (55%) se encuentran fuera del mercado laboral” (Fuente: Perfil de las mujeres en México)

3. (seguimos con las mujeres) Darles mayor empoderamiento y participación en roles de dirección. Este es un punto que lo hablamos en un post anterior, al hacer referencia a las transiciones que deben gestionar los líderes, entre las cuales enumerábamos “un mayor compromiso con la diversidad

“Las mujeres forman el 44% de la población activa del S&P, pero tan solo ocupan el 25% de los puestos directivos y senior, y el 6% de los CEO”

4. Dar nuevas oportunidades a los adultos mayores

Si la esperanza de vida sigue aumentando ¿Cuál es el sentido de jubilarte cuando aún tienes 30 años más por vivir? Si aun tienes energía, entusiasmo, talento y las habilidades para seguir aprendiendo y contribuyendo a la sociedad: ¿por qué no darte oportunidades? ¿por qué mandarte a la casa?

“Para el 2050, la proporción de los habitantes del planeta mayores de 60 años se duplicará, pasando del 11% (actual) al 22%. En 2019, una de cada 11 personas tenía más de 65 años. Para el 2050 esa proporción será una de cada 6. Y para Europa y América del norte será de una de cada 4” (Fuente: Naciones Unidas)

5. Acortar la brecha entre los nuevos empleos y las faltas de habilidades para esos nuevos empleos

Este punto está relacionado con lo que también enunciábamos como otra de las transiciones que los líderes necesitan gestionar: “crear organizaciones centradas en la persona”, y ahí planteamos que cada 3 años, el 40% de nuestras habilidades quedan obsoletas, y los ejemplos de abajo ilustran muy bien este punto:

“Internet creó 2.6 nuevos empleos por cada 1 que eliminó” (Fuente: McKinsey)

“Solo Estados Unidos enfrenta una escasez de 1.5 millones de gerentes y analistas con las habilidades para comprender y tomar decisiones basadas en el análisis de big data”. (Fuente: McKinsey)

“Las fuerzas armadas de EEUU necesitan a 30 personas para operar cada dron no tripulado que sobrevuela Siria, mientras que analizar la cantidad de información resultante ocupa al menos a 80 personas más. En 2015, la aviación de EEUU carecía de suficientes humanos adiestrados para ocupar todos estos puestos de trabajo y, por tanto, irónicamente se enfrentó a una crisis cuando tuvo que dedicar personal a sus vehículos aéreos no tripulados” (Fuente: Foreign Policy, Air Force’s Lack of Drone Pilots Reaching ‘Crisis’ Levels)

Pasaran los años y al mirar atrás, al año 2020, ¿qué historia narraremos? ¿solo hablaremos de covid-19, cuarentena, muertes, barbijos, distancia social, ciudades “cerradas”, aulas vacías y niños conectados desde casa, crisis económicas, presidentes “negacionistas” y altos índices de desempleo?

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-52512680#

O … por el contrario, si, también diremos todo eso, PERO además…

¿Qué tal si la historia que narremos diga que fue esta crisis la que nos dio la fuerza y determinación para conversar temas difíciles y postergados y tomar decisiones que permitieron crear nuevas realidades?

¿Qué tal si narramos que fue ahora cuando comenzamos a rediseñar la forma como trabajamos, tratando a nuestra gente como seres humanos en quienes confiamos y respetamos y no como máquinas que controlamos y “usamos” hasta que se van o “las vamos”?

¿Qué tal si narramos que fue ahora cuando repensamos las oportunidades que damos a los jóvenes y mujeres?

¿Y qué tal si narramos, que como una especie de homenaje a quienes fueron los más golpeados por estas crisis, fue en este tiempo histórico que comenzamos a sentar las bases para una nueva sociedad, más respetuosa y con oportunidades para quienes luego de cumplir 65 años quieren seguir escribiendo la historia desde la primera línea?

¿Qué tal si esta es la historia que narremos?

¿Qué tal si este se vuelve nuestro legado?

Ps . Post relacionados:

COVID 19: para observar y reflexionar (I)

Covid 19: Para observar y Reflexionar (II)

Covid 19: Para observar y Reflexionar (III)

Covid-19: La prueba del Malvavisco

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Veronica Vera

Creo que necesitamos rediseñar la forma como trabajamos para el bienestar de todos. https://www.linkedin.com/in/veronicavera/